La importancia de poner límites y cómo hacerlo

LA IMPORTANCIA DE PONER LÍMITES Y CÓMO HACERLO

Establecer límites a nuestros niños es fundamental y necesario para la felicidad y el bienestar emocional suyo y de quienes les rodean. Pero en contra de lo que muchas personas todavía creen, los límites pueden ponerse sin necesidad de recurrir a los chantajes, amenazas, premios y castigos

 

Los límites son necesarios para educar a los niños y guiarles en el camino de la vida, acerca de lo que está bien y lo que está mal. Además, a través de los límites entienden cómo deben comportarse y relacionarse sanamente con otras personas para ser felices.

Educar con amabilidad no es sinónimo de permisividad, por ello es importante poner límites desde la empatía, el respeto y la amabilidad. Al respecto la pedagoga y educadora en Disciplina Positiva, Lorena García nos da algunas claves para educar a nuestros hijos de forma cariñosa y respetuosa.

 

La Disciplina Positiva no se basa en criar con límites impuestos por el adulto, sino que se trata de que sea el propio niño quien reflexione sobre las consecuencias de sus actos y busque soluciones para reparar el posible daño causado.

Pero, tal y como nos comenta Lorena, es importante ser pacientes y confiar en los resultados, pues se trata de un trabajo con objetivos a largo plazo. Entonces, ¿cómo podemos poner límites a los niños con respeto y empatía?

 

1. Hacer al niño partícipe de los límites

Si tenemos en cuenta la opinión del niño a la hora de poner ciertos límites, él se sentirá respetado, escuchado y valorado, generando un sentimiento de bienestar que le llevará a aceptarlos de mejor manera.

Lógicamente, los padres serán quienes establezcan una pauta coherente, además de tener en cuenta que hay ciertos límites que no son negociables, como los relativos a su seguridad y el respeto a los demás.

 

2. Poner límites proporcionados y justos

A pesar de que es complicado poner límites, porque en muchas ocasiones no sabemos dónde está el equilibrio, una de las claves para garantizar que los límites sean proporcionados y justos, es que no sean humillantes ni para el niño ni para el adulto. 

Lo que se pretende es que el niño aprenda a actuar bajo su autocontrol, pero para ello es importante establecer límites equilibrados y respetuosos para todos.

 

3. Respeto mutuo y cooperación

Los límites deben basarse en el respeto mutuo y en la cooperación, de esta forma además de garantizar al niño su sentido de pertenencia e importancia, estaremos colaborando en la adquisición de habilidades para la vida, y acompañando al niño en el desarrollo de su sentido interno de control".

Debemos evitar caer en el excesivo control adulto y el autoritarismo y por otro, caer en la permisividad, es decir, dejar al niño hacer lo que quiera. Para ello, los límites deben ser puestos basándose en el respeto, la empatía y la cooperación.

 

4. Actuar con amabilidad, no permisividad

La amabilidad entendida como sinónimo de respeto y validación de sus sentimientos, nos permitirá poner en valor lo que sienten los niños capacitándoles para encontrar una solución, al tiempo que manejan su enfado. 

A menudo nos volvemos demasiado permisivos, confundiendo el criar amablemente con la sobreprotección excesiva; evitando así que el niño viva una decepción o aprenda a gestionar la frustración.

 

5. Hacer que el niño reflexione acerca de su conducta

Suele suceder que cuando no sabemos cómo hacer para que los límites que ponemos a nuestros hijos sean respetados, solemos caer en los premios y castigos, los gritos, el chantaje emocional, las amenazas, etc. Es decir, somos los adultos quienes queremos controlar la situación a través de nuestras imposiciones, sin permitir que el niño reflexione acerca de su conducta y sus consecuencias.

Para poder castigar o premiar, el adulto tiene que "pillar" niño en la situación, de manera que este solo experimentará consecuencias positivas o negativas cuando le vean. Mientras no le "atrapen en plena acción", el niño no aprenderá a ser responsable de su propia conducta, ya que no se le ha ofrecido la oportunidad de poder experimentar la consecuencia de sus actos sin el control del adulto

 

6. Involucrar al niño en la búsqueda de una solución

Normalmente, son los padres quienes deciden los límites a seguir, y quienes los refuerzan continuamente con castigos y sermones. Esto suele provocar la aparición de rebeldía y otras consecuencias negativas

Actuar con firmeza, no significa castigar, dar sermones, ni que el adulto asuma el control de la situación, sino es actuar con amabilidad para modular el comportamiento o la conducta del niño, haciéndole partícipe de sus actos y consecuencias. 

A pesar de que el castigo pueda parecernos más efectivo por lo inmediato de su resultado, si el niño es capaz de reflexionar sobre sus actos y colaborar en la solución, comenzará a crear las bases de un comportamiento responsable.

 

Involucrar al niño en la búsqueda de una posible solución, y hacerle responsable de sus actos y de las consecuencias que éstos tienen para los demás les permitirá visualizar el error como una maravillosa oportunidad de aprendizaje.