Los 4 Tipos de apego

4 tipos de apego ¿Sabes cuál reflejas con tu hijo?

¿Sabías que la calidad del consuelo que le das en sus momentos de angustia definirá el tipo de vínculo con sus padres y en sus relaciones posteriores? ¿Estás formando un apego seguro, ansioso, evasivo o desorganizado?

Foto: eresmama.com

En los primeros tres años de vida se forma el modelo mental de nuestras relaciones y la manera en que manejamos la angustia y el estrés. Las figuras de apego son la base segura a la que regresamos –tanto niños como adultos– cuando la vida parece complicarse.
El vínculo creado con ellos cuando fuimos bebés y niños continúa impactando nuestras relaciones. Las investigaciones psicológicas demuestran que hay cuatro tipos de apego:

  1. Seguro
  2. Ansioso
  3. Evasivo
  4. Desorganizado

El niño forma su apego primario durante momentos de angustia, generalmente con la figura materna. Un niño también puede formar lazos de apego secundario con otros cuidadores que lo apoyan y complementan este lazo primario.

Apego ansioso
Si el adulto responde de manera inconsistente a la angustia del niño (a veces en sintonía, a veces no), puede formarse un estilo de apego ansioso. Por ejemplo, el niño llora en la noche y a veces se le ofrece consuelo, pero en otras ocasiones se le intenta dormir de inmediato sin tomar en cuenta lo que en realidad necesita: consuelo, paz y empatía.
El niño aprende a pegarse al adulto, quejarse y demandar atención, con la intención de recuperar los momentos de sintonía que aparecen y desaparecen sin un patrón predecible.
Cuando se tuvo un apego ansioso de bebé, la persona adulta puede desarrollar las siguientes características en sus relaciones:

  • Encuentra a otros reacios o resistentes a acercarse como quisiera.
  • Frecuentemente se preocupa de que su pareja la deje de amar.
  • Cuando su pareja está lejos, se preocupa de que le interese alguien más.



Apego evasivo
Cuando la figura de apego responde a la angustia del niño de manera fría, distante o negativa, el niño pronto aprende a evitar la dependencia hacia su figura de apego para obtener consuelo. Por ejemplo, el niño llora a media noche y se le ignora esperando que “se le pase”. El niño se da por vencido y aprende a evitar sentimientos e ignorar el estado mental de su madre o padre.
Desde afuera, el apego evasivo se ve como independencia, especialmente en episodios de angustia; desde adentro, el niño está en realidad tratando de manejar la situación de la mejor manera posible en un mundo sin confianza.
Cuando se tuvo un apego evasivo de bebé, de adulto puede manifestarse así en las relaciones:

  • Se siente incómodo estando cerca de otras personas.
  • Le es difícil confiar y depender de su pareja.
  • Involucrarse sentimentalmente es muy complicado.
  • Procura mantener su propia identidad a toda costa en las relaciones, así tenga que terminar el vínculo.



Apego seguro
Estar en sintonía con el niño al responder a su angustia forma un estilo de apego seguro. El cuidador conduce la fisiología del niño a un balance. Por ejemplo, llora a media noche y la madre lo carga, lo acerca a su pecho y está en tal conexión que lee sus necesidades con precisión: “Te despertaste asustado, buscaste a mamá y no la encontraste; aquí estoy, tranquilo.”
Cuando se tuvo un apego seguro de bebé, la persona adulta:

  • Encuentra fácil la cercanía con otros y se siente cómoda dependiendo de ellos y viceversa.
  • No se preocupa de ser abandonada o si alguien se le acerca demasiado emocionalmente.
  • En sus relaciones, la cercanía lo lleva a sacar y dar lo mejor de sí.



Apego desorganizado
Se da en los casos en que el padre o la madre son las dos cosas: la fuente del miedo y la figura de protección. Esta circunstancia recurrente puede dejar al niño más vulnerable a desórdenes de la personalidad.
Situaciones como abuso, trauma, negligencia y severa falta de sintonía comprometen el sistema de apego en el cerebro del niño.
3 tips para formar un apego seguroSi quieres estar en sintonía con tu hijo y lograr el mejor tipo de vínculo, practica lo siguiente:

  1. Organízate tú primero y después al niño. El adulto que representa la base segura debe tranquilizarse y organizarse antes de intentar atender las necesidades del pequeño. Tu estado emocional es esencial para ayudarlo.
  2. Sintonízate con el estado interno del niño ofreciendo tu comprensión y empatía.
  3. Descríbele sus necesidades o deseos como si le leyeras la mente, por ejemplo, “Tú quieres ese juguete, pero no lo alcanzas porque el mueble está muy alto; por eso estás enojado, te entiendo, pero tranquilízate y vamos a bajarlo”.


Fuente: Mamá por primera vez para Naran Xadul

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